miércoles, 18 de abril de 2007

¿Qué hacer cuando no hay nada que hacer?

Cuando uno se echa a la cama y no puede dormir, se entretiene contando ovejitas.
Eso es algo parecido al "fenómeno audit". Tú, 8 horas y un vacío inmenso, rellenado por cajas en un pasillo con un hilo musical pobre(qué os voy a decir) y un montón de prendas que esperan ser tocadas y numeradas.
1,2,3,4,5,6,7,8,9,10...20,30,40,50,60...y si es de niño, tal vez, 70,80,90...150.
Si la suerte nos acompañará habrá una terminal que orientará nuestra contabilidad... pero el miedo parece brillar en nuestros ojos cuando vemos a alguien junto a la mesa del silo con unas porciones de papel. Sólo puedo hablar de la capacidad para contar.
En los bancos existen unas máquinas sobre las cuales tú dejas caer las monedas y te dicen qué cantidad hay, así como los billetes. En los bancos hay mucho dinero. En los mundos de Amancio...
En los mundos de Amancio cuentas, corriges, lo vuelve a contar un compañero; alguien ubicando en el silo introduce una prenda, lo ajusta con la terminal, luego a ti te mandan ajustar lo que tú has contado, y al final, si hay suerte, el numero "n" que tú introduces se aproxima al real de paquetitos en la caja.
Así pueden pasar horas hasta que tu sueño se hace realidad. Un apoyo o un encargado dice tu nombre y suena a libertad. Tal vez sólo sean unos minutos para tirar cartón, meter cuatro cajas por una id, o comprobar que estás vivo y no en fase rem sobre la caja en la que ya habías metido la cabeza...
La primera hora cuentas las prendas; la segunda sólo aquellas cajas de menos de 40 prendas, la tercera buscas a alguien, vas al baño, cambias la bateria de la terminal (si la tienes), bebes tres veces agua en la fuente, te haces el loco; la cuarta te resignas, cuentas las cajas de menos de 20 y piensas en qué enfermedad instantánea puede hacer que te vayas a tu casa...
Más de cuatro horas es ver de cerca a la muerte. Sabes que hay vida al otro lado de la puerta del silo, o al menos era así cuando entraste... pero la enajenación te juega una mala pasada y comienzas a creer que te encuentras en Matrix rodeado de ceros y unos por todos lados. Te consume el reloj que no avanza y piensas que todo eso que te han contado acerca de que las ondas wifi consiguen la ralentización temporal es cierto... Buscas ese microchip implantado en alguna parte de tu cuerpo... nada en el codigo de barras de la camiseta, nada en el pantalón... ¡debe ser la tarjeta personal de acceso!, pero no te atreves a meterla en una caja y desaparecer. Seguro que hay alguna cámara que captará tu movimiento igual que los sensores del baño...Dios, no te queda salida. Y sigues contando mirando hacia ambos lados por si alguien te vigila... sabes que lo están haciendo, pero no puedes verles... Tiene que ser irreal, te pellizcas pero no despiertas, lo haces más fuerte y duele... no estás durmiendo. Vas de nuevo a beber agua y cruzas la mirada con el desgraciado del pasillo 3, tal vez él sepa cómo se sale de ahí, pero te puede el miedo y vuelves a donde estabas, respiras, te resignas y sigues contando. Tú ataque de ansiedad ha durado 8 horas, pero la gente parece moverse... ¡van hacia la puerta!. Es real, son las 16 horas y te vas a ir a casa... Sales, dudas de tu tarjeta pero fichas y te diriges a tu casa...
¡¿De verdad alguien cuenta ovejitas para dormir?!
Lo que yo me pregunto es si de verdad es necesario este trabajo. Me lo planteo cuando estoy fuera, cuando no me están observando, porque sé que sino no sería capaz de aguantar. Y si un horario de 6 a 14 no permite contar el mismo numero de prendas...
Un saludo.O dos. O tres...